miércoles, 6 de junio de 2007

Cuento: Doctor Zombie

Al mirarle a los ojos casi juré que le había visto antes. Esa mirada perdida me confundía, pero sentía que lo conocía de algún lado. No quise acercarme por temor a cualquier reacción inoportuna. Me alejé y me llevé mis dudas a la próxima esquina. Estaba vuelto todo un lío en los pensamientos. No sé porque mi obsesión con ese rostro. Uno ve miles de caras a diario que se repiten a lo largo de la vida y los dominicanos somos tan parecidos.
Me tocaba aquel día languidecer en la parada esperando la guagua del transporte público. De pie siempre por aquello de cederle todo a las damas. Me divertía ver las caras desesperadas de los que se piensan que no pueden llegar un día tarde. Sufridos padres de familia esclavos de 8 a 5. Siempre aparece uno que se cree político y para colmo es conversador. Tampoco falta el iracundo que le gusta llevarle la contraria. El tema de aquella mañana era La supuesta ejecución de un bandido en manos de la policía. Era este muchacho el quinto en unos escasos tres meses. No se sabe si es peor morir en manos de la justicia del pueblo o de la policía. De cualquier manera queda sufrida una madre, una esposa y unos hijos.
El pobre hasta se había orinado en los pantalones pidiendo piedad a dos célebres ciudadanos que se debatían quien le iba a partir la madre primero. Parece que al final no llegaron a un acuerdo y le entraron los dos como a la conga. Al baile llego tarde pero segura la patrulla de la policía. El ladroncillo se hacia llamar el milloncito porque le gustaba hurtar solo en casa de riquitos y apoderados quienes ya lo tenían “acechao”. Su error fue tratar de huir de las manos de la institución del orden, sin sospechar que le sonarían las cornetas y su Apocalipsis se venia zumbando como el más feroz huracán. Pero en la parada lo que cuentan es que lo ejecutaron porque estaban “Jartos” de sus travesuras.
De cualquier manera esto no hizo más que calentar al jefe de la policía con la llamada opinión pública. A los ladrones ahora, o los mata la gente o los mata la policía. La muerte es muerte sin importar de donde venga. Los pelafustanes dicen que se lo merecía, las señoras se acongojan y se apenan, las victimas del ladrón se regocijan y festejan, los policías tienen opiniones divididas. Y después de todo ¿qué?. La violencia no se cura con violencia. ¿Con que se cura la violencia?.
Cuando al fin llega la guagua se repitió la misma rutina. “Suban, empujen, paguen, muévela”. Ya dentro volví a recordar el rostro que me sorprendió aquella mañana. Era un mendigo o al menos eso parecía, tenia ropa sucia, un zapato en el pie izquierdo y una sandalia en el derecho. Tenía la mirada perdida, el ceño fruncido y caminaba torpemente. Me recordaba a un zombie de esos que uno ve en las películas. Busqué en lo más profundo de mis recuerdos y al fin lo encontré. Estaba en un rincón oscuro de mi mente, donde pocas veces visito para poder olvidar. Fue un 13 de Octubre cuando me dirigía a la casa de Isabel que encontré mi desdicha. Caminaba inadvertido de todo mal, con la confianza de un perro por su casa, alegre a ver los ojos de lo que más quería. De repente se abalanzó a mi como tormenta del infierno, en una descarga de ira, una motocicleta de esas que usan los motoconchos, sin luces ni colores, ocupada por dos malditos malhechores. Sin mediar palabras me atraparon y me golpearon sin cesar. Tomaron todo lo que llevaba encima con ese extraño frenesí. Cuando ya no le quedaban fuerzas me dejaron en paz. Triste y destrozado me atreví a levantar la mirada para encontrar de frente una inusitada patada cuan jugador de fútbol. Presurosamente huyeron en las tinieblas y se fueron de vuelta al infierno.
Continuará el proximo martes 12 de Junio

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